Los que soportan el dolor de espalda –la mayoría de los humanos-, se andarán preguntando porqué el cerebro no imaginó un trípode, como ocurre con las cámaras, en lugar de dos piernas que se cansan rápidamente de sostener. Pensemos en la memoria y nos daremos cuenta de qué estamos hablando. Al contrario de un ordenador que puede recuperar con exactitud los datos que almacena, la memoria de nuestro cerebro es bastante chapucera. ¿Cuántas veces olvidamos el nombre de nuestro interlocutor? ¿Cuántas horas perdemos al día intentando encontrar las llaves o el móvil? Si no fuera por las agendas, ¿quién sería capaz de recordar el día y la hora de todos sus compromisos?
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