Millones de internautas se han acostumbrado a acceder a artículos, discos o películas sin costes. Pero lo que muchos usuarios consideran un derecho, para las industrias de contenidos se ha convertido en un problema económico y de propiedad intelectual. Las empresas que, como los diarios, creyeron que abriéndose a la Red lograrían un retorno adecuado en forma de publicidad están dando marcha atrás. Los banners no compensan igual que los viejos anuncios de papel y muchos editores han decidido volver al cobro.
Que los contenidos culturales o informativos no van a seguir ofreciéndose gratis en la Red para siempre lo intuye hasta el gigante Google, el gran beneficiado del modelo de gratuidad para el usuario imperante hasta hoy. Google, enfrentada con los editores de prensa por explotar sus noticias, se rinde a la tendencia y prepara herramientas para facilitar los micropagos a los medios de comunicación. Las industrias de la información se han lanzado a explorar fórmulas para rentabilizar su presencia en la Red más allá de la publicidad, hasta ahora principal y casi única fuente de ingresos. Y el cine o la música, alentados por el éxito de empresas como iTunes, ensayan nuevas fórmulas para cobrar por sus productos mientras crece la presión política contra el libre intercambio de archivos en la Red.
Opinión
Está claro que es cuestión de tiempo que se vayan cobrando los servicios por Internet, como se cobran en la todos lados, pero con una diferencia, en Internet se diferenciará entre servicios profesionales y los no profesionales que seguirán siendo gratis (como este blog). Entre los profesionales las nuevas formulas como el streaming tanto en música como vídeo al que ya se han apuntado Microsoft con su próxima radio a lo Spotify o Google con YouTube, quieren cambiar los usos del consumidor hacia sistemas que no sean pirateables y por tanto se puedan cobrar.