Quizás usted se haya encontrado, de la noche a la mañana, con estos carteles en varias partes de su ciudad. El mensaje es escueto: “Esto solo lo arreglamos entre todos.org“. En un principio, uno no sabe si es la última campaña de Carrefour tras la Bolsa Caca o hace referencia a la próxima película de moda en los cines.
Evidentemente ese .org da una pista: es una campaña a través de internet. El problema de este tipo de anuncios tan minimalistas (tipo el de NoHunger de Al Gore) es que uno no los recuerda cuando llega a casa. Afortunadamente, gracias a San Google al final todo se encuentra.
La idea es muy buena, la campaña pretende -aunque esté sobre fondo negro- lanzar un mensaje de optimismo ante la crisis que nos azota. La web está repleta de vídeos y mensajes optimistas. Uno de ellos dice: “Queremos arreglar esto, y no vamos a esperar a que nadie lo haga por nosotros. Porque si no lo arreglamos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”
En la web hay historias de personas que demuestran que con ilusión, entrega y compromiso se puede conseguir todo. Personas que cada día se levantan con ganas de luchar y continuar adelante, que una vez despedidas han sabido rehacer su vida, que mientras buscan trabajo aprovechan para seguir estudiando…
Todo esto está muy bien, pero soy de la opinión de que si no atacamos a la raíz del problema, de aquí unos años nos volverá a pasar lo mismo. Por eso hay que asumir que, en realidad, esto también lo estropeamos entre todos.
Y es que antes de la crisis, quien no salía diariamente a cenar fuera, quien no vestía de Lacoste o quien no tenía el último modelo de BMW, Audi o Mercedes era un pringao. Antes de la crisis quien no se compraba una segunda casa -sin apenas haber empezado a pagar la primera- para especular y sacar unos milloncejos en un año, era un pringao.
Y es que antes de la crisis, quien tras los 16 o 18 años seguía estudiando en lugar de ir a la obra para cobrar más de 3.000 euros en horas extras era, también, un pringao. Quien no iba a ver en directo un Madrid-Barça o no se gastaba 90€ en una camiseta de Ronaldo era un pringao. Quien no tenía una TV de plasma o el móvil de última generación era un pringao. Y por supuesto, el que en lugar de dilapidar todo lo que ganaba, lo ahorraba, era el más pringao de todos.