El 3 de junio de 1992, la pequeña Severn Suzuki, de 12 años, hizo enmudecer a los mandatarios de Naciones Unidas presentes en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro. Su discurso, sencillo y directo, puso a los políticos ante sus propias contradicciones e hizo sonrojar a más de uno. A pesar de los años que han pasado, sus palabras siguen teniendo una fuerza brutal, mucho más efectiva que algunas reiteradas advertencias sobre el cambio climático:
“Soy solo una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen. No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono. No saben cómo devolver a los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar una especie extinguida. Y no pueden recuperar los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos.
Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de romperlo”.
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