Sanidad los incluye en el grupo prioritario que deberían inmunizarse del virus H1N1 en cuanto llegue la dosis prevista, pero se resisten. El equipo sanitario es el colectivo que más contiene su interés por vacunarse. Dicen que no lo necesitan porque la infección por este virus es trivial. La OMS se muestra tajante: “Cuando llegue la vacuna, se pedirá a los médicos que se vacunen en un ejercicio de responsabilidad, no sólo para no coger la enfermedad, sino para no transmitirla”. En este punto donde controlar el contagio es prácticamente imposible, los médicos alegan que ellos pueden transmitir la enfermedad tanto como cualquier otra persona de a pie. Responden a la OMS con una frase que utilizó hace poco Trinidad Jiménez: “Tal vez estemos exagerando un poco”.
Uno de cada dos profesionales sanitarios se muestra desconforme en la vacunación del nuevo virus. Aseguran que más del 70% de los facultativos tampoco se vacunan cada año de la gripe estacional, que ha demostrado ser mucho más virulenta que la nueva gripe. Tampoco presentan un índice de contagios superior a la media de la población, por lo que se cree que tampoco se van a contagiar de ésta. Si se cumpliera el peor de los escenarios dibujado, se infectaría uno de cada tres médicos en el mundo. Si, casualmente, todos cayeran enfermos durante la misma semana, es justo el mismo porcentaje de facultativos que falta durante el verano, y no por ello se colapsa el sistema. Por eso no se sobresaltan. Por eso no quieren la vacuna que les inmunice de la “epidemia del miedo” que se ha instaurado en el mundo.
Aser García Rada, pediatra del Hospital Niño Jesús de Madrid y miembro del club de los sanitarios que no quieren vacunarse, alega tres motivos para negarse: falta información, la vacuna se ha fabricado con demasiada rapidez y el colectivo sanitario no se encuentra entre los pacientes con factores de riesgo. “Mientras que la gripe A ha matado a unas 4.500 personas en el mundo hasta la semana pasada, la malaria, la tuberculosis y el sida se llevan cada año por delante a 1, 1,7 y 2 millones de seres humanos”, recuerda el doctor. Por eso cree que vacunar al personal de Sanidad responde a criterios políticos, no epidemiológicos ni deontológicos. Tal vez no exista directamente un interés farmacéutico, pero colateralmente “las empresas farmacéuticas son las que van a generar los beneficios”. El Tamiflú, por ejemplo, nunca se ha recetado para una gripe “porque su eficacia es muy limitada. Pero como hay que ofrecer algo a un problema que aterroriza al mundo entero, mejor es facilitar esto que no dar nada hasta que llegue la vacuna”. Vender soluciones, en este caso, "vende más".
Uno de cada dos profesionales sanitarios se muestra desconforme en la vacunación del nuevo virus. Aseguran que más del 70% de los facultativos tampoco se vacunan cada año de la gripe estacional, que ha demostrado ser mucho más virulenta que la nueva gripe. Tampoco presentan un índice de contagios superior a la media de la población, por lo que se cree que tampoco se van a contagiar de ésta. Si se cumpliera el peor de los escenarios dibujado, se infectaría uno de cada tres médicos en el mundo. Si, casualmente, todos cayeran enfermos durante la misma semana, es justo el mismo porcentaje de facultativos que falta durante el verano, y no por ello se colapsa el sistema. Por eso no se sobresaltan. Por eso no quieren la vacuna que les inmunice de la “epidemia del miedo” que se ha instaurado en el mundo.
Aser García Rada, pediatra del Hospital Niño Jesús de Madrid y miembro del club de los sanitarios que no quieren vacunarse, alega tres motivos para negarse: falta información, la vacuna se ha fabricado con demasiada rapidez y el colectivo sanitario no se encuentra entre los pacientes con factores de riesgo. “Mientras que la gripe A ha matado a unas 4.500 personas en el mundo hasta la semana pasada, la malaria, la tuberculosis y el sida se llevan cada año por delante a 1, 1,7 y 2 millones de seres humanos”, recuerda el doctor. Por eso cree que vacunar al personal de Sanidad responde a criterios políticos, no epidemiológicos ni deontológicos. Tal vez no exista directamente un interés farmacéutico, pero colateralmente “las empresas farmacéuticas son las que van a generar los beneficios”. El Tamiflú, por ejemplo, nunca se ha recetado para una gripe “porque su eficacia es muy limitada. Pero como hay que ofrecer algo a un problema que aterroriza al mundo entero, mejor es facilitar esto que no dar nada hasta que llegue la vacuna”. Vender soluciones, en este caso, "vende más".